Los movimientos dirigidos a la integración económica de América Latina, iniciados en el siglo XX, no han tenido el desarrollo que se esperaba. En este momento, la CAN y el MERCOSUR son procesos estancados, que no muestran mayores avances concretos y, por el contrario, sus miembros se encuentran muchas veces enfrentados y prefieren avanzar individualmente en su incorporación al concierto mundial.
Se dice comúnmente que, si se desean diferentes resultados, no se deben repetir las acciones realizadas. De esta manera, la AP se genera no por razones de cercanía geográfica ni por que se trate de los mercados naturales de los países miembros, en los que el intercambio fluye históricamente. Se ha preferido iniciar una integración basada en intereses convergentes, hablando el mismo idioma comercial, y no por posiciones sistémicas que empujaban la creación de bloques con objetivos interpretados según el vaivén político típico de la región.
Esto se demostró con la vigencia del Acuerdo Marco y sus posteriores protocolos, en los cuales los cuatro miembros llegaron a establecer un nivel de acceso preferencial a sus mercados para prácticamente la totalidad de mercancías. Punto importante también, es el establecimiento de requisitos objetivos para aceptar a nuevos miembros. Tener que alcanzar de inicio estándares específicos y no una simple aceptación de lineamientos generales, hacen que ello sea una adhesión donde se debe aceptar todo lo acordado por el grupo, y no una incorporación en la que se tratará de llegar a ciertos niveles paulatinamente ya dentro del sistema, lo cual se ha demostrado que nunca se alcanza y deteriora la homogeneidad de derechos y obligaciones de los sistemas, tal como sucedió en el antecedente del Foro Arco.
Los países latinoamericanos presentan instrumentos internacionales comerciales, que los vinculan entre sí en prácticamente todas las relaciones bilaterales y en especial con los miembros de la AP. Poseer esta base, debiera facilitar el ingreso de nuevos miembros, al deber de realizarse únicamente un ejercicio de homologación de acuerdos y la revisión de aspectos puntuales, en los que se tendría que enfocar una negociación.
Los índices estadísticos y los análisis de política comercial son unánimes en identificar a la zona Asia-Pacífico como la que será más boyante en las siguientes décadas. Muchos gobiernos de la AP y sus sectores productivos han entendido esta situación, por lo que tienen un gran interés en fomentar la relación con dicha región y lo han colocado como un objetivo común. Asimismo, los miembros de esa zona generalmente aplican políticas que hacen poco viable llevar a cabo negociaciones comerciales con países individuales, principalmente con pequeñas economías que no presentan intercambios considerables para ellos, como lo son las centroamericanas, por lo que se visualiza la necesidad de presentar un acompañamiento. También, como principio de negociación, mientras se discuta sobre un mercado más ampliado de consumidores, el oponente pondrá mayor ímpetu en el proceso y estará dispuesto a mayores concesiones. Esto debe ser un aspecto que impulse también el interés en la adhesión a la AP.
La reciente concreción de un TLC con Singapur, el inicio de negociaciones con el mismo fin con Corea del Sur y los continuos intercambios con la ANSEA, han mostrado que la AP tiene resultados concretos para dicho objetivo, por lo que se muestra como un instrumento útil a fin de lograr ingresar a esos mercados e iniciar nuevos procesos con países del área como, por ejemplo, Japón. Estos éxitos han dado lugar a que la AP haya sido reconocida como una interlocutora seria y ha despertado el interés de prácticamente todo el mundo. Contrario a lo que sucedió en los anteriores sistemas de integración latinoamericana, este foro ha entablado relaciones con una cantidad considerable de organismos internacionales y países, de todos los continentes y con las economías más grandes.
Debe tenerse en cuenta que este sistema aborda también temas adicionales a los comerciales tradicionales, como lo es el impulso al sector turismo en el área de servicios, el uso de la tecnología para facilitar el comercio, acciones conjuntas de promoción comercial, tratamientos regulatorios sectoriales, estímulo al emprendedurismo, facilitación migratoria y la inserción de las PYMES en el mercado mundial, teniendo esto un efecto multiplicador en las economías y democratizando el enfoque del comercio. Como se puede ver, no se trata de aspectos que atañen a una sola rama gubernamental, sino que su diversificación hace que muchas de ellas tengan relación directa, generando con ello un interés de todo el gobierno a partir de aspectos puntuales. Esto lleva entonces a que la AP pueda ser tomada en cuenta como un tema prioritario en la agenda de relaciones exteriores de los países miembros, convirtiéndose en una política de Estado, que debería incidir para mantener la seriedad, la velocidad y el grado de compromiso en la toma de decisiones que se ha presentado a la fecha.
Debe tomarse en cuenta que la AP, por lógica, dará lugar a una recomposición de los grupos de integración actuales. En el caso de la CAN, por ejemplo, de forma comparada la Alianza presenta mayor apertura que la alcanzada en la región andina, y ha logrado avanzar en temas que en dicho foro no fue posible prosperar. El hecho que los miembros de la CAN con economías más grandes sean parte de la AP, Colombia y Perú, y que uno de ellos esté en proceso de adherirse, Ecuador, dará lugar a que la gran mayoría de sus intercambios se lleven a cabo bajo la cobertura de la Alianza, quedando Bolivia en cierta manera aislada, lo cual podría acelerar su incorporación al MERCOSUR.
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